Oigo pasos detrás de mí, hace tiempo que los oigo, siento que me persigue algo o alguien, como en las pelis, me vuelvo de pronto tratando de sorprender y no veo a nadie, siempre es lo mismo, una inmensa gélida y lúgubre oscuridad. Sin embargo algo oculto se mueve en las entrañas de este laberinto. Con la mirada perdida en el infinito, pasos cortos y lentos en el frío siniestro de la noche. En el reflejo del escaparate de una tienda se distingue un hombre acabado, sin sueños ni esperanzas, ausente de sí mismo y a la deriva, interiormente muerto, masacrado por su pasado y su vida, en el reinado del dolor y del fracaso. Aquí en esta hora final donde nos invaden las sombras surgen espectros que van y vienen, flotan y se desvanecen. No hay opción ni alternativa a nada, todo está inerte, todo está muerto irremisiblemente, la vida es una inmensa cloaca y esta ciudad se ha convertido en un gran cementerio infestado de pulgas y gusanos. Perdido en alguna parte de Madrid, en medio de un sinfín de calles laberínticas que serpentean hacía ninguna parte. Es la completa devastación, cayendo poco a poco en la locura, culpa y dolor, angustia y pavor me acompañan. A mi espalda se oyen voces lastimeras de un par de indigentes peleándose por una bolsa de basura y un hedor a meados que lo infesta todo. Vagando sin rumbo arrastrado por la catástrofe y consumido de tristeza, poseído de desesperación, me dejo llevar calle abajo pasando por delante de una panda de mocosos fumando porros, al otro lado en medio de dos coches se distingue la figura de alguien orinando. Abandonado estoy en la negra fétida espesura inmunda, sumergido en las nieblas oscuras de la noche, lejos de ninguna parte, se arrastra un desecho humano sorteando cagadas de perro calle abajo ¿y mañana? no existe y nunca existió, fue solo una tonta ilusión. Vagando voy por una eterna noche sin fin, siempre es de noche y siempre será, de pronto me cruzo con un grupo de chicas que pasa a mi lado, me ven, se paran y se echan a reír, continuo calle abajo, siempre calle abajo y cuando termina una calle otra y después otra y otra y otra, siempre de noche, hundido en las tinieblas, corroído de inmundicia, sepultado entre los escombros de una existencia de mierda, me arrastro perdido por el fango apestoso de un estercolero de calles cuesta abajo hacia ninguna parte.
Fracasado de todo, derrotado y abandonado en la oscuridad de la noche de la vida, ahogado en la ciénaga más profunda y apestosa, en la más completa repugnancia interior, condenado y vencido para siempre, envuelto en la corrupción de la miseria humana más lamentable, podrido de tristeza, consumido en remordimientos, me parece que… si, otra vez esos horribles pasos, los oigo de nuevo, ahora con más claridad y más fuertes, corren hacia mí, intento escapar desesperado por el miedo pero no puedo, me caigo de bruces y me levanto, los oigo venir inexorables, me alcanzan, siento ya sus apestosos alientos en mi rodeándome, por fin contemplo a mis perseguidores, es la nada y sus consecuencias, me atrapan, no puedo librarme de ellos, lucho pero es inútil, me vencen finalmente y caigo fundido con ellos para siempre por un precipicio sinfín hacia un mar de infinitas sombras…..
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