El amor es el mayor sentimiento humano. Todos
somos frutos de él y es en él donde queremos permanecer toda nuestra vida. Podemos amar de muchas maneras, una de ellas es el
amor a lo material. Nuestro apego a todo
lo que se pueda comprar. Amamos el
dinero, amamos comprar y amamos poseer. Pero cuando no hay dinero, todo se complica. No nos gusta ser
dependientes y menos en este tema porque
entre otros muchos problemas que nos pueden venir, ataca nuestro amor
propio, por eso hoy cuando el desempleo
ataca sin piedad y mucha gente se ve obligada a racionar sus compras aparece lo
que se llama crisis. En el día de hoy hay personas que se sienten desgraciadas porque han
contemplado el vacío de sus vidas, han comprendido que eran víctimas de un
consumo enfermizo, que en realidad no son más que aquello que se dice “eres lo
que compras” porque no sienten más amor que a sí mismo. Lo primero soy yo y mi comodidad y aquella persona que un día se atreva a
entrar en mi vida o estar conmigo tendrá
que ajustarse a mis gustos y necesidades,
así que no me complico la vida, esto es más o menos lo que piensan. En
esta hora donde lo single cobra fuerza, donde el lema “mejor solo que mal
acompañado”, donde darse satisfacción es lo prioritario y lo que más nos llena,
es el momento precisamente ahora en medio de esta crisis cuando debemos
resetear nuestro sistema operativo y marcar nuevas prioridades escapando y
dejando de lado todos estos egoísmos corrosivos que dañan todo lo mejor que
tiene el espíritu humano.
Pero ¿en dónde ponemos nuestra confianza, nuestros
valores? ¿En nosotros? Por ejemplo, a todos nos gusta que nos hagan favores y si nos gusta que nos hagan favores es porque
hay alguien que los hace y si alguien se molesta un poquito en hacerlos sería
recomendable corresponder a su buena voluntad alimentando en modo de
agradecimiento a su gesto. Pero la mejor manera de hacer feliz a aquella
persona que nos ha hecho un favor quizá no sea devolviéndole el favor sino
hacerle uno nuevo a ese conocido, vecino, compañero, etc. del cual no espera nada de nosotros, no para
hacernos sentir egoístamente mejor si no porque quizá es lo que todos más
necesitemos para curar tanto desequilibrio emocional. Dar cariño sin pensar en recibirlo sería una
buena vacuna para empezar a olvidarnos un poco de nosotros mismos y así de esta
manera comprenderíamos que dando se recibe mucho más y se crece como persona.
Es curioso que en esta época del internet y
de las redes sociales, facebook, twitter, tuenti, chats, etc parece una contradicción el afirmar que nunca
ha habido tantas personas que se sientes solas como hoy con todas estas
herramientas. Y en realidad es así, entonces ¿Qué ocurre? Pues ocurre que hemos
cambiado el tú a tú por la tecla del ordenador en muchos casos, aunque ayude
todo esto a relacionarnos se omite el tú a tú que es lo principal. Sin ir más
lejos muchos de los amigos que la gente tiene en Facebook son solo virtuales.
Solo conocemos a esos amigos por las fotos que cuelga y por los comentarios que
hace, nada más. Y hay muchos que tienen hasta más de 50 amigos, pero ¿a quién
conoces realmente? A muy pocos. Yo reconozco que algunas veces se me ha pasado
por la cabeza el llegar a conocer cara a cara a algunos de los que me dejan
comentarios porque coincido en muchas cosas con ellos y me gustaría conocerlos pero claro también chocas en que no sabes si
esas personas quieran tener una cierta privacidad.
Sin embargo son nuestros sentimientos lo
mejor que tenemos. Recordemos mismamente aquella mirada de la cual nos
enamoramos o de cuando volvíamos a ver aquella persona que hace años no veíamos
o de aquel primer beso que hizo que tembláramos aceleradamente o de aquella
mano que se cogía a la nuestra por primera vez o de la emoción indescriptible
de ver nacer a nuestro primer hijo o de
cuando éramos pequeños y con toda ilusión abríamos nuestros regalos de reyes o
de cuando estuvimos con todos nuestros amigos en aquella fiesta partiéndonos el
culo de risa o simplemente contemplar
ensimismado y embobado la preciosa sonrisa de la mujer a la que quieres. A veces es necesario volver a la inocencia, recordarlo
y saludable emocionarnos y perdernos en estos sentimientos humanos en un mundo
cada vez más deshumanizado y solitario. Una última reflexión, cuando estemos un
día cubiertos de canas y arrugas en el frio invierno de nuestras vidas, lo que con más cariño recordaremos
será siempre lo que hayamos amado y cuanto amor hayamos compartido.
El sábado por la noche estuve hablando con Justo, un hombre mayor que se acercó a nosotros para pedirnos un cigarro. Se arrastraba por la Gran Vía solitario y apesadumbrado. Todo el mundo, en esta sociedad inhumana y fría, le daba la espalda o se reía de el.Yo descubrí muchas cosas, que estaba casado, que había sido actor, y que nació en un pueblo de Extremadura. No sé que circunstancias le llevaron a estar a las seis de la mañana en aquél lugar, y tampoco me importa, sólo sé que pasamos un buen rato y que le dí cariño y conversación. Y jamás olvidaré sus últimas palabras: "serás amigo mío toda la vida"
ResponderEliminarGracias Celia por tu comentario y tus palabras. Tomo nota de tu correo, es verdad que se puede poner en el perfil, es un detalle que no había caído.
ResponderEliminarRespecto a tu anecdota del sábado amigo Lobo esos detalles son los que no se olvidan por eso te lo agradeció dándote lo mejor que tenía, su amistad.